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Intervención teatral callejera

FALCON DELUXE
(2009)

FICHA TÉCNICA

 

Basada en textos de Esteban Rodríguez y Laura Valencia.

 

Intérpretes: Cabe Mallo, Aurelia Osorio, Eray Arce, Daniela Camezzana, José de Diego, Guillermo Vicente y Lucía Savloff.

 

Dirección: Laura Valencia.

 

Presentaciones

 

2009. Muestra Ambulante 5. 1 y 8 de diciembre, Meridiano V. La Plata.

 

2009. Contra Golpe Teatral. Museo de Arte y Memoria.

La Fabriquera

 

MEMORIA LA VIDA EN FALCON 
Por Laura Valencia y Esteban Rodríguez 

 

El falcon es un automóvil con trayectoria, que ha hecho historia en la Argentina. Un auto repleto de historias y, acaso por eso mismo, de malentendidos también. Algunas historias se pueden contar en voz alta y otras se llevan todavía en silencio o con vergüenza. Algunas de esas historias nos hacen reír y otras continúan siendo la causa de nuestro dolor. 


Sabido es que un auto son las anécdotas que carga, las experiencias que tuvimos o no pudimos tener; sus accidentes, pero también las hazañas y la doble vida a la que suelen estar expuestos. Porque también es cierto que una cosa será el auto de día y otra de noche. Si a la mañana nos lleva al trabajo, a la noche nos puede conducir por rincones imprevisibles. 


Por empezar, digamos que el falcon es un auto ideal para la familia ejemplar. Un coche grande y cómodo para grupos numerosos. Ideal también para recorrer largas distancias y conocer a la Argentina. 
El falcon es un fierro o esa suele ser una expresión bastante recurrente para nombrar la relación de fidelidad que el auto entabla con su dueño. “El falcón es un fierro” nos dice el mecánico que solemos frecuentar muy de vez en cuando, porque precisamente es un fierro, o sea, porque es un coche que rara vez atinará dejarnos a pata. Es un auto, por eso mismo, excelente para mandarse a la ruta y ponerse a pistear, atravesar caminos de ripio, las subidas más empinadas, el frío y el calor al mismo tiempo. Eso sí, es un auto que, para ésta época que vivimos -privatizada y pauperizada- resulta un poco caro. Si no fuera por los impuestos que ya no tiene que pagar y por los equipos a gas, hace rato habría entrado a los boxees para siempre. De allí también que se haya vuelto un coche excéntrico, que llama la atención de sus compañeros de ruta. Un auto que nos habla del bolsillo del dueño, pero también de las preferencias. Porque el falcon es un auto para fanáticos o fanáticos nos volvió el falcon. Fanatismo que se averigua en las picadas del sábado por la noche o en la devoción por las carreras de turismo carretera, en la bandera azul y blanca, que dicho sea de paso, son los colores del ford-falcon con los que suele concurrirse los domingos a festejar o llorar frente al podio. Un auto que, acaso por todos estos rituales en los que supo envolverse, se volvió mágico. El falcon es un auto místico, con una mística muy particular. Algo que se siente cuando se lo conduce; un auto que se lleva con orgullo nacional. 


No se puede perder de vista que el falcon es un auto gigante, es decir, un auto ideal también para chapear o fifar. Un auto que se prestaba para practicar todas las posiciones. Cuando los asientos no se replegaban, el falcon era el sitio perfecto para ponerse a investigar. 


El falcon es un sobreviviente, un auto que transita por la periferia, apto para circular por el Camino general Belgrano. Un auto que puede tragarse todos los pozos, todos los baches, un auto que pasó la prueba de tener que transitar todos los días por las calles de tierra, y seguir en pie. No vamos a decir que está intacto, pero continúa dando vueltas, formando parte del conurbano oxidado. 


Pero el falcon también es uno de los nombres de la vergüenza nacional. El falcon se ha convertido en un símbolo incómodo, difícil de digerir. Porque el falcon es –tenemos que recordarlo- sinónimo de dictadura militar. El falcon era uno de los vehículos que los grupos de tareas solían utilizar para realizar los operativos de secuestro. A partir de ese momento el falcon dejará de ser un coche ejemplar, un auto políticamente correcto. Conducir un auto de estos, hoy día, significa cargar con las sospechas y si no son las sospechas será la mirada torcida del que nos ve pasar y no puede dejar de preguntarse por las manos que ha pasado, por sus antiguos dueños. Quién sabe cuántos gritos se arrancaron en esos asientos. Quién sabe qué represor puso sus manos en el volante. El falcon, entonces, es un auto lleno de fantasmas. 


En definitiva, el falcon es un auto argentino, tal vez el más argentino de todos. Un auto con todas las ambigüedades y contradicciones que significa la Argentina. Un auto que se volvió argentino a fuerza de historias como estas. El falcon es uno de los anecdotarios a través de los cuales se puede contar la Argentina, la historia Argentina. Por lo menos las últimas cuatro o cinco décadas, pueden narrárselas con el derrotero del falcon. Historias públicas y privadas. Algunas secretas y otras extrovertidas, unas fascinantes y otras todavía dolorosas. 

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