DANIELA CAMEZZANA

SOBRE EL TRABAJO

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Esta propuesta se tomó a pecho una de las preguntas del festival: cómo habitar desde la danza los espacios cotidianos de la ciudad de La Plata y se convirtió en un laboratorio de exploración sobre el propio material bailado para la acción. Tomando el trabajo de observar cada paso, darlo vuelta y hacerlo estallar en unidades mínimas que puedan emerger en cualquier momento y espacio disponible. Bailar incómodas, bailar cayendo, bailar pegados o que nos peguen un baile son algunos de los escenarios que imaginamos para estos días de intervención en el más común de los lugares: el colectivo.

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Tomarse un bondi es siempre un viaje. Es aprender a compartir una trayectoria con un grupo de personas que no elegimos, nos tocan (en múltiples sentidos). Una vez arriba podemos ser público cautivo de discusiones, parte de la previa de los adolescentes, miembros de un pogo involuntario, testigos silenciosos de conversaciones privadas o protagonistas absolutos cada uno en su película. Pero siempre ponemos el cuerpo de una forma u otra. Sobre esta experiencia es que la danza puede provocar una interferencia y fantasear con otras modos posibles de habitar juntos.

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